t'CHICO

13/01/2025

Pensé que tendríamos una vida muy tranquila, en el campo, con un jardín inmenso que él disfrutaba escarbar durante todo el día, con su alegria infantil. Y luego dejé ese jardín y me mudé a un apartamento. El cambio, me imagino, fue difícil para él. Sin embargo, no cambió su carácter: seguía siendo igual de cariñoso, igual de leal e igual de afectuoso.

 

Hicimos un gran viaje juntos hace dos años, a Noruega, y él también estuvo conmigo. Visitó Malta conmigo, visitó amigos en Bélgica, en Inglaterra, en el sur de España. t'Chico, que yo pensaba que era un perro local de la región de Berry en Francia, resultó ser un gran viajero y siempre estuvo a mi lado durante estos veinte años.

 

Al final de su vida, que a los 13 ya me esperaba que se acabaría todo demasiado pronto, empecé a prepararme. Nos costaba mucho separarnos, incluso si en varias ocasiones le dije que podía irse, como cuando perdió la vista, cuando tuvo un derrame cerebral, cuando sufría fuertes dolores en el cuello, probablemente debido a su edad. Sin embargo, se recuperó de todas esas enfermedades: el derrame desapareció, los dolores en las articulaciones desaparecieron, y a los 20 años comía y bebía como en su juventud, con una salud increíble. Solo le faltaban la vista y el oído, que no volvieron, y eso era normal.

 

T’Chico me enseñó a comunicarme con él. Aunque yo era una pésima alumna, él era un chamán de categoría superior. Y algunas veces lo llamaba Yoda, el Yoda de La Guerra de las Galaxias, el maestro Jedi que también vivió tan viejo. Me hizo saber que necesitaba un evento extraordinario para despedirse de mí. Y cuando dio el último paso hacia su último viaje, esta vez sin mí, saltó desde un balcón en el que yo lo había puesto, asegurándome de que no corría peligro de caerse. Nadie puede creer que haya podido saltar del balcón, y sin embargo, así fue.

 

En todas las comunicaciones que tuve con él, siempre estaba la petición de estar presente en sus últimos momentos, sus últimos minutos, sus últimas horas. Y t'Chico me regaló dos horas de su vida, las dos últimas horas de su vida, siendo la última un momento en el que lo llevé en mis brazos, agradeciéndole constantemente por todos los momentos que habíamos vivido juntos y por las alegrías que había traído a mi vida.

Nunca habría pensado que un día tendría estas cenizas y pudiera repartirlas en los diferentes lugares que él amaba, porque es allí donde estará. Nunca habría imaginado que se le pudiera rendir un homenaje de esta manera, y nunca habría pensado que existiera una empresa que se ocupe de las cenizas y del final del cuerpo de mi mejor amigo de esta forma. Gracias, mil gracias a ellos.

 

Desde que dejó de estar vivo, su espíritu ha vuelto para decirme que está bien, para demostrarme que está bien. Y sé que está bien. Sé que el fin de su cuerpo físico no es el fin de nuestra relación. Y hoy reconozco su grandeza y su magia. t'Chico, gracias nuevamente, gracias por la cantidad infinita de regalos que me diste. 

Quedan todos los regalos que no entendí, que por lo tanto no abrí. Y para mí, los Reyes Magos vendrán todos los días del resto de mi vida. 

 

Te quiero tanto, t'Chico.